Heretat Mascorrubí

No cabe duda de que las uvas cultivadas a altitudes más elevadas presentan una mayor calidad, un efecto que el cambio climático está acelerando debido a diversos factores. La altitud y el cielo más limpio incrementan la intensidad de la radiación solar, lo cual favorece la fotosíntesis de la vid y da lugar a uvas con más color, acidez, aroma y sabor. En el caso de los vinos tintos, esto se traduce en un efecto cardiovascular beneficioso, ya que la piel y las semillas de la uva contienen una mayor concentración de polifenoles, los cuales aportan propiedades antioxidantes.

Una de las características distintivas de nuestros viñedos de altura es la diferencia térmica entre el día y la noche durante el verano, especialmente durante la etapa de maduración de la planta. Durante las mañanas, las temperaturas pueden superar los 30 grados, mientras que las noches son frescas, alrededor de los 16 grados. Durante la noche, la planta se recupera y continúa madurando de manera equilibrada la pulpa, las semillas y la piel, lo que favorece la síntesis de antocianos.

Además, los vientos que se encuentran a estas alturas ayudan a mitigar enfermedades en el viñedo, evitando así el uso de pesticidas, un factor crítico en nuestro compromiso con la ecología.

Los suelos de nuestra finca son pobres y delgados, compuestos por una capa superficial de arcilla y caliza que descansa sobre rocas del período secundario (mushelkalk). Esto aporta a nuestros vinos sutiles toques minerales.

Los inviernos en nuestra región son largos y fríos, con esporádicas nevadas, lo que mejora las condiciones fitosanitarias de la viña y favorece su maduración tardía.

Los principales compuestos fenólicos que se encuentran en nuestros vinos son los antocianos y los taninos. Los antocianos son los responsables del color en los vinos tintos y se encuentran en la piel de la uva. Los taninos, por su parte, aportan estructura y astringencia y se encuentran en la piel y en las semillas de la uva. La vid sintetiza estos compuestos fenólicos, así como los compuestos aromáticos, como respuesta a situaciones de estrés, tales como el estrés hídrico, la radiación ultravioleta o las diferencias de temperatura. Estas características se consiguen precisamente en viñedos de altura, lo que se traduce en vinos con mayor intensidad aromática, más color, estructura y una calidad organoléptica superior.

En Heretat Mascorrubí mantenemos la tradición de cultivar variedades autóctonas de la región del Penedès, en especial la Montònega, una variedad de Parellada cultivada a alturas que presenta características únicas. Esta variedad de uva tiene una piel más gruesa, granos sueltos, pequeños y rosados, lo que confiere a nuestros vinos un perfil aromático y fresco.

La Montònega es un fenotipo de la Parellada, con el mismo ADN pero con una evolución diferente debido al terruño. Sus racimos de uvas presentan una piel más gruesa, lo que aumenta los aromas del vino. Además, sus granos sueltos permiten una mejor exposición al sol y al aire, lo que ayuda a prevenir enfermedades en la vid y equilibra la maduración del racimo. La Montònega madura más tarde y alcanza un mayor grado alcohólico sin perder la acidez que aporta frescura a nuestros vinos.

Además de la Montònega, en Heretat Mascorrubí también cultivamos otras variedades locales, como la fresca y potente Garnacha Blanca, la golosa Garnacha Tinta y el delicado Sumoll. También conservamos otras variedades ancestrales de nuestro territorio.

La historia de Heretat Mascorrubí se remonta al siglo XII, cuando estas tierras formaban parte de la encomienda del Castillo de Celma, fundada por la Orden del Temple. Desde entonces, la vid ha sido un elemento fundamental en nuestra tierra.

En el año 1142, las tierras del castillo de Celma fueron cedidas a la orden militar de los caballeros templarios. Esta cesión marcó el inicio de la consolidación cristiana en esta región, que había sufrido incursiones sarracenas en el siglo XII. Durante esta época, el río Gaià servía como frontera con los reinos sarracenos. La repoblación de la zona dio lugar a la creación de masías que pagaban censos a la encomienda de Celma por la explotación de la tierra, donde los agricultores cultivaban trigo, vid, olivos y hortalizas cerca del río Valle del Infierno o de Marmellar. Es en este contexto donde encontramos el primer documento que menciona la Heretat Mascorrubí, fechado el 29 de enero de 1279, que se refiere a ella como "Turris Moscharrubea". Más tarde, estas tierras pasaron a manos de la Orden del Hospital.

En el territorio de Heretat Mascorrubí se encuentra también la ermita románica de Sant Miquel de Celma, fundada en el siglo XIII. En las cercanías del Pla de Manlleu, en la antigua Señoría de Celma y en los valles de Marmellar, se pueden visitar pueblos abandonados, ruinas de castillos y ermitas como Sant Marc, Santa Agnès o Sant Miquel, situada en la cima de Montmell. Se trata de un recorrido histórico en medio de bosques y viñedos en un territorio que hoy en día practica la agricultura ecológica y se encuentra bajo el control de una moderna agrupación de agricultores en El Pla de Manlleu.

Los vinos de Heretat Mascorrubí están pensados para vivir y disfrutar en cada copa la historia y los sabores únicos de esta tierra. Ya sea probándolos en solitario o acompañando platos mediterráneos o exóticos, nuestros vinos ofrecen una experiencia gastronómica inigualable.